lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 12


XII

Reencuentro postvacacional


En historia nos dedicamos a hablar de mis vacaciones en Ibiza. En filosofía a las vacaciones de Alba en Turquía. Y en latín nos tocó ponernos a trabajar. Es el inconveniente que tiene escoger una optativa tan minoritaria: con solo cuatro personas en clase es totalmente imposible disimular que estás cotorreando en lugar de estar atendiendo.

Tras dos horas de cotilleo intensivo y una aprendiendo los primeros entresijos de la lengua latina, escuchamos el timbre que anunciaba el recreo. Salimos de clase cagándonos en los romanos por haber inventado un sistema de comunicación tan puñeteramente enrevesado. ¿Qué era eso de tener que declinar? ¿No podían hablar como personas normales?

Totalmente desalentadas, Alba y yo nos dirigimos a nuestro habitual centro de operaciones en época estival: las escaleras que daban al campo de fútbol y a la cancha de baloncesto. Allí ya nos estaba esperando Damián, sentado en un escalón con las piernas cruzadas de la única forma que un gay tan elegante como él puede. Todavía no había salido del armario en sentido estricto pero estaba claro que lo era porque no hacía nada por intentar disimular su interés por un culo masculino bien puesto.

- Ni os imagináis cómo se ha puesto Jairo este verano. Está para comérselo enterito y no dejar ni los calcetines. Madre mía, madre mía…

¿Veis? Como yo os decía. No hace nada por ocultarlo.

- Ya veo cómo me has echado de menos, ¿eh? Todo el verano sin vernos y no nos dices ni hola. ¿Te parece bonito babear así por el orangután de Jairo? No nos quieres nada… ¡Mala persona! –dije fingiendo indignación de la forma más teatral posible.

- ¿Duna? ¿Te me pones celosona? Pero qué estúpida eres… ¿qué iba a hacer yo sin mi par de tetas favoritas, ¿eh? Ay capullito mío, con lo que te he extrañado yo…-dijo mientras me estrujaba en uno de sus abrazos de oso.

- ¡Eh! Y a mí que me den, ¿no? ¡Muy bonito Sr. Alonso!

- Ven aquí golfilla que hay Damián para todas… y para todos ¡ñam! –dijo con su sonrisa juguetona mirando a un chico que había pasado a nuestro lado.

- Un día te van a dar una paliza –le dije mientras me separaba de él para que saludara a Alba.

- A ese le dejo hacer lo que él quiera… Ay… Alba no me beses así que me pongo tontorrón…
Siempre igual. A la gente los traíamos descolocados. Por un lado, Damián no se cortaba un pelo en demostrar a los chicos todo lo disponible que estaba pero por otro tampoco se cortaba en meternos mano a Alba y a mí cada vez que tenía ocasión. Y nosotras lo seguíamos porque entendíamos que era parte de su show y porque nos divertíamos de manera escandalosa con él. Como Damián decía, él era un alterador de las masas, personaje controvertido por definición, y el escándalo siempre debía rodearlo porque era su medio de expresión. Vamos, que para él ser una reinona era como para mí mis dibujos o mis historias, una manera de expresar todo lo que lleva dentro.

- ¡Chicos! ¡A centrarse! Hay cosas más importantes que tratar ahora mismo –dije interrumpiendo su momento de pareja empalagosa- Damián, ¿dónde está Raúl? ¿Cuánto tiempo tenemos para que nos pongas al tanto de su cambio radical?

- Pues está en el baño y luego iba a la cafetería a por algo de beber. Así que tenemos un buen rato porque me imagino que estará repeinándose delante de un espejo y eso le lleva su tiempo.

- ¿Repeinándose? ¿Raúl? Estás de coña, ¿no? –preguntó Alba.

- Que va, es que ahora es más metrosexual que el Beckham y yo juntos.

- En serio, ¿no nos estarás puteando? Es que no me entra en la cabeza todo esto.

- Coño Duna, ¿por qué iba yo a mentirte? Está cambiadísimo, si no fuera porque llevo todo el verano con él ni yo mismo lo reconocería. Está incluso hasta… oh Dios, no puedo decirlo…

-¿Hasta qué? ¡Dilo Damián! Está incluso hasta… -dije empezando a impacientarme.

- Madre mía… nunca creería que iba a decir esto de mi primo pero… está incluso… ¡hasta guapo!... Y si me apuras y no fuera de la familia… os diría que está buenorro…

- ¡NO-WAY! –gritamos al unísono Alba y yo.

- Pero con ayuda del bisturí, ¿no? Es imposible que en tres meses… -dije.

- Que va, que va… todito natural. Y no os cuento nada más porque quiero que lo veáis vosotras mismas… para ver el agujero que va a quedar en el suelo por el impacto de vuestras mandíbulas.

- Tú siempre tan majo Dami… pero ¿qué tornillo ha perdido este hombre para dar este cambio de imagen?

- ¡Ah! ¿Pero no os lo conté? –dijo Damián apoyando el dedo índice en el mentón como solía hacer cada vez que estaba a punto de soltar una bomba informativa.

- Mea culpa, se me pasó por completo contaros esto pero es que sabéis cuán elevada es mi factura de teléfono y, no os ofendáis, pero si he de limitar mis llamadas prefiero hacerlo con vosotras y no desatender a mis pimpollitos…

- Vale. Ya lo hemos captado, prefieres clavijas a enchufes pero no te me descentres y ve al grano –este hombre tiene la capacidad pasmosa de enrollarse más que una persiana.

- Duna, hija, a veces puedes llegar a ser de un maleducado… bueno pues así se me va a hacer más fácil decirte esto… cof, cof, putón, cof, cof… la verdad es que fue un poco culpa tuya.

- ¿Mía? –dije flipando mandarinas.

- Sí, tuya. En la cena de fin de curso os escuchó hablando de todas la virtudes de ese Adonis que es Jason… y claro se puso celoso.

- ¿Celoso? ¿Celoso de qué? No lo pillo.

- Me dirás que  no te has dado cuenta –dijo Damián alzando una ceja.

- ¿Darme cuenta de qué? –le pregunté completamente perdida.

- Pues de que la gustas Duna, ¿en qué mundo vives? –intervino Alba.

- Estáis de coña.

- No, no estamos de coña. Es mi primo y lo conozco, sé de lo que hablo. Además se le nota a millas. Lo increíble es que no te hayas dado cuenta.

- ¿Me estás contando que como le gusto a Raúl ha decidido cambiar de imagen?

- Mujer, a ver, tú le gustas pero no es para tanto. Lo que pasa es que se cansó de ser el empollón adefesio y de que las chicas no le hagan caso. Y ahora se quiere convertir en el terror de las nenas.

- Buah… sigo sin poder creerme todo este asunto.

- ¿Qué asunto?

Ahí estaba Raúl. Qué momento tan oportuno… Bueno era hora de comprobar si su nuevo look era para tanto. Alba y yo, como si de sincronización mental se tratara, nos giramos lentamente para descubrir al nuevo Raúl.

- ¡Joder!

Eso mismo pensé yo, solo que a diferencia de Alba no conseguí articular palabra porque como había vaticinado Damián mi mandíbula se había enterrado en el cemento. 


Capítulo 13